Egon Schiele

"No hay arte nuevo. Hay artistas nuevos. El artista nuevo tiene que ser fiel completamente a si mismo, ser un creador, ser capaz de construir sus propios cimientos directamente y solo, sin apoyarse en el pasado o la tradición"

Miguel Barnet

".. nos gusta también burlarnos del canon de las academias y de los académicos, de los poderes hegemónicos, de la bolsa de valores y de la prensa adocenada que nos castiga a diario con un lenguaje antiliterario. La literatura no es otra cosa que un antídoto frente a los valores absolutos, un bálsamo y un espejo impúdico que no debe ocultar absolutamente nada. La literatura es la verdadera Caja de Pandora de la mitología y no un tratado de armonía y belleza como quería Platón sino un salvoconducto para instalarnos en esa esfera de lo estético que condensa las aspiraciones más puras del ser humano".
Encuentro Internacional SECH -Chile

martes, 4 de diciembre de 2007

PROTOTIPO


Miriam se pasea por el pasillo oscuro de su casa. Vive sola. No es algo que la perturbe. La angustia se acumula en su garganta y ensombrece su rostro. Siente que un nudo crece en su abdomen. Camina hacia el jarrón de flores blancas, deja caer su mirada por la tierra reseca. Se da vuelta y reanuda su andar calmo por la franja estrecha que la madera caoba hace más ceñida, más angosta. Sabe que algo sucederá, lo presiente. Todo ha sido repentino. Su cabeza retoma el instante en que Alicia, su colega de departamento le anunció la llegada del nuevo jefe para el día siguiente. Martín había renunciado, al menos así lo había anunciado una semana antes al personal. Nuevamente se sobrecogió. Le tenía cariño a su ex superior. Tantas jornadas compartidas, trabajo, risas, malos ratos. La partida de Martín la había afectado. Todos comentaron el sorpresivo acontecimiento. Agujas de incertidumbre perforaron sus rutinarios movimientos. La expectativa los tenía enfrascados en conversaciones y sucesivas interrogantes: ¿Quién sería el nuevo gerente? ¿Cómo sería?, ¿joven o viejo?, ¿un déspota, un gruñón, un inconsciente? El ambiente de trabajo se nubló de enigmas, incógnitas que hacían más enorme el vacío dejado por el gentil y noble Martín Sierra Kass. Las nubes la escoltaron hasta su casa. Dio una ligera mirada a esas flores impertérritas y se sentó pensativa en el borde del amplio y verde sofá de cuero que anunciaba imponente el fin del pasillo largo, oscuro y estrecho. Resignada a la llegada de un nuevo espécimen que le diera órdenes sin la extrema cortesía de Martín, se fue a la cama. El silencio desvestía incertidumbre. El canto de un grillo la acrecentaba. Tuvo un sueño intranquilo. Al día siguiente, al llegar a la oficina, es la misma Alicia quien le informa: el nuevo jefe quiere reunirse con todo el personal a las diez en punto. Miriam repitió para sí, a las diez en punto. La angustia transitaba desde su garganta al vientre y viceversa. A las diez menos un minuto, todos dejaron sus sillas y como llamados al servicio militar se dirigieron a la sala de reuniones. La sala estaba vacía, cada uno se acomodó donde quiso. Ella se quedó sentada atrás, en la última fila. Acompañado del presidente de la compañía, apareció él, con su rostro blanco, su frente amplia y sus sonrientes ojos verdes destacándose en su perfecta y alta figura vestida de impecable traje gris. Todo en él reflejaba la más completa satisfacción. Miriam tosió con la cara enrojecida, él la miró con atención y volvió el rostro hacia el ejecutivo superior. El presidente con un breve discurso lo presentó al personal. Javier Pérez del Salto tomó la palabra. Habló breve, claro, preciso. Era el prototipo del ejecutivo perfecto. Inteligencia y oratoria unida a prestancia. Hombre sin mácula ni arruga. Miriam encogida en la silla de la luminosa sala comprendía la angustia que había padecido. Javier Pérez del Salto había sido su primera pareja cuando ella tenía quince años. Javier Pérez del Salto era el padre de su primer hijo. El hijo que la había obligado a abortar. Un nuevo ataque de tos le sobrevino, se levantó con un pañuelo cubriendo su boca. La tos cedió pero el corazón rebotaba en su interior. Dirigió sus pasos hacia el nuevo gerente de la empresa, trastabilló, pasó a rozar el impecable traje del estirado presidente de la compañía, se repuso con rapidez y se instaló frente al nuevo y presuntuoso ejecutivo. Dos sonoros palmetazos retumbaron en la sala. Una incrédula audiencia vio salir a Miriam. Ella, lentamente se desplazó hacia la puerta y se dirigió hacia la calle. Los rayos del sol resplandecían.

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