Egon Schiele

"No hay arte nuevo. Hay artistas nuevos. El artista nuevo tiene que ser fiel completamente a si mismo, ser un creador, ser capaz de construir sus propios cimientos directamente y solo, sin apoyarse en el pasado o la tradición"

Miguel Barnet

".. nos gusta también burlarnos del canon de las academias y de los académicos, de los poderes hegemónicos, de la bolsa de valores y de la prensa adocenada que nos castiga a diario con un lenguaje antiliterario. La literatura no es otra cosa que un antídoto frente a los valores absolutos, un bálsamo y un espejo impúdico que no debe ocultar absolutamente nada. La literatura es la verdadera Caja de Pandora de la mitología y no un tratado de armonía y belleza como quería Platón sino un salvoconducto para instalarnos en esa esfera de lo estético que condensa las aspiraciones más puras del ser humano".
Encuentro Internacional SECH -Chile

lunes, 3 de diciembre de 2007

TOCADO

La noche zumba con violencia. El viento refriega los oídos y los cristales lanzan aullidos. Una llama indefinible envuelve la primavera. Juan no puede resistir el impulso de abrir la ventana y gritar como un energúmeno. Está poseído por la rabia. Tiene una carta en la mano, un papel arrugado envuelto por cuatro dedos enrojecidos. Grita otra vez, y alega con imperceptibles palabrotas por ese ruido ensordecedor que viene desde la cancha de tierra de su barrio popular. Sí, porque Juan pertenece al segmento ese que los expertos economistas denominan D3, vive en un barrio invadido de canes o quiltros. Ironías. Alguna vez la máquina del tiempo lo llevó al planeta de los ideales realizados, tocar su música. Alguna vez sus sueños emprendieron vuelo, estuvo en gigantescos eventos y participó en actividades artísticas nacionales. Pero la vida tiene vueltas, como los cambios de las estaciones de este año. Incomprensibles. Juan vuelve a gritar con mayor fuerza, el papel parece desaparecer de su mano izquierda, los vecinos de los pisos bajos lo hacen callar. El rostro de Juan está rojo. Arde. Arde con la furia del viento, como el golpe violento de un rostro invisible tras el cristal sucio de polvo y sueños corroídos. .Antonieta subió corriendo las escaleras del block blanco y rojizo, ignora qué le sucede a su amigo Juan, en la semioscuridad de los escalones, casi tropieza con la reja color verde. Escuchó a Juan gritar de nuevo, llegó a la puerta de entrada, ¡Cállate, por favor! Dijo con voz suave, los vecinos están enojados, subirán a pegarte, te trataran mal, harán que te quiten el departamento. Cálmate Juan o no tendrás donde vivir, suplicó esta vez pálida y trémula. Él la miró con los ojos entrecerrados, lentamente moduló estoy en mi casa, soy libre como el viento y puedo gritar cuantas veces quiera y dio unos pasos hacia ella, y puedo hacer lo que me de la gana con el viento, la ventana y los turbios mensajes que recibo por Chileexpress. Su rostro era amenazador y arrastraba las palabras mientras mantenía el papel prisionero de sus dedos firmes, largos. La violencia se había vestido de duendes deformes y dislocados bajando del techo al piso reluciente o emergiendo del piso y los muros en una carrera maniática, la jadeante respiración de Juan y sus pequeños acompañantes teñía de carmesí el espacio cuadrado de la sala de estar. Soy un artista le dijo y mira lo que me ha llegado de la Sociedad del Arte Musical Contemporáneo. María Antonieta no alcanzó a leer, él le dijo me han vetado para actuar en la primer, tercera, quinta, sexta, novena y décima región. Estos malditos los lograron, dijo con la voz temblorosa por la angustia y el desencanto. Era un artista reconocido, pero el destino o la neblina impredecible del azar, ambos descompuestos por el tráfico de influencias y el típico chaqueteo del ambiente artístico nacional, lo habían vetado. Estaba casi en la miseria, el papel escueto, refrendaba el hecho. Juan podía gritar pero ya no tenía espacio para practicar su pasión: la música. Peor aún, estaba impedido de trabajar. Los escenarios se escabulleron de su arte por un simple papel cargado de embustes, envidia y odio. Fue entonces que María Antonieta le arrancó la carta de la mano, la hizo mil pedazos y corrió a gritar lanzando los fragmentos blancos junto al silbido atronador del viento primaveral. Los papeles volaron hacia la cancha de tierra. Uno que otro quedó bajo las patas de algunos tiñosos quiltros. María Antonieta le dijo seria: tendrás que buscar trabajo, Juan se fue al rincón donde estaba su sillón predilecto, movió la cabeza, levantó las manos y se puso a reír como un loco. María Antonieta escuchó unas palabrotas desde la vereda y cerró de un golpe la ventana, Observó como los duendes rodeaban a Juan. El hálito del terror se había esfumado con las carcajadas, los duendes se convirtieron en espectros vestidos de dorados trajes, de cabelleras rojizas con manchones azules, desplegaban amables sonrisas como si estuvieran ante un público invisible en tanto sus minúsculas manos acariciaban la rubia y larga cabellera de su amigo. Juan había abandonado las carcajadas destempladas, sonreía plácido, con las manos cruzadas al pecho. Los pequeños pies de los espectros danzaban a su alrededor. Ella avanzó hacia la puerta. El viento de la noche zumbaba en los oídos. Definitivamente, no podía comprender a Juan.

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