Egon Schiele

"No hay arte nuevo. Hay artistas nuevos. El artista nuevo tiene que ser fiel completamente a si mismo, ser un creador, ser capaz de construir sus propios cimientos directamente y solo, sin apoyarse en el pasado o la tradición"

Miguel Barnet

".. nos gusta también burlarnos del canon de las academias y de los académicos, de los poderes hegemónicos, de la bolsa de valores y de la prensa adocenada que nos castiga a diario con un lenguaje antiliterario. La literatura no es otra cosa que un antídoto frente a los valores absolutos, un bálsamo y un espejo impúdico que no debe ocultar absolutamente nada. La literatura es la verdadera Caja de Pandora de la mitología y no un tratado de armonía y belleza como quería Platón sino un salvoconducto para instalarnos en esa esfera de lo estético que condensa las aspiraciones más puras del ser humano".
Encuentro Internacional SECH -Chile

martes, 18 de septiembre de 2007

Fineza

Finos versos dijo él. Yo sonreí y permanecí muda. Había leído el poema antes que José Pedro. Tenía mi propia visión respecto al texto que él, satisfecho, mantenía en su mano. Para mi era un poema bien armado pero le faltaba alma. No me produjo ninguna sensación. Me miró inquisidor, yo me senté en el sillón y encendí un cigarrillo. José Pedro con esa actitud de suficiencia que le caracterizaba mantenía sus ojos fijos en mí. Yo pensaba qué se creía este poeta para catalogar poesía como si poseyera la verdad absoluta y ensalzar tanta palabra sagazmente meditada por Raúl, otro poeta intelectual como él. Releyó unos versos en voz alta y se paseó por la alfombra azul. Volvió a clavar sus ojos en mi figura. Signos de interrogación danzaban en su semblante de larga barba. Permanecí callada. No deseaba iniciar una discusión. No más. Quería dejarlo con la duda y el silencio casi siempre es un recurso que funciona. Ese poema no tiene alma repetía una voz en mi interior. Mi espíritu reaccionaba, enérgico, categórico. Fiereza. Sí, fieramente el espíritu se manifestaba pero el deseo de no romper la armonía me mantenía en completa mudez. Apagué el cigarrillo. Me voy, dije. No, no te vas. Quiero saber tu opinión. ¿Para qué? Respondí y tomé el maletín. Lo sentí pesado, demasiado. Hice un esfuerzo para no emitir una palabra. Tú sabes que estos versos son fabulosos, ¿cómo mierda no puedes verlo? Había vuelto al lenguaje vulgar. Esta vez yo fui quien lo miró. Raúl y yo somos los mejores poetas de la región, lo sabes bien, afirmó en voz alta. Ahí está otra vez, pensé desalentada. Había perdido de nuevo la compostura. Estaba acostumbrada a su ego, pero también cansada de lisonjearlo para que fuera feliz. Siempre he creído que en Concepción estamos atiborrados de buenos poetas, ¿para qué tanto escándalo? Me tenían cansada las comparaciones, las críticas de José Pedro, las tertulias banales, esos majaderos recitales donde se sale más solitario que náufrago. Moví la cabeza y me hice un breve masaje en las sienes, el hastío me invadía. José Pedro fue a buscar una cerveza a la cocina, regresó con ella en las manos y abrió la lata con rapidez, noté en sus gestos una cierta ofuscación. Dejé el maletín y me volví a instalar en el sillón. Entonces levanté la voz para decirle, tú eres un gran poeta, lo reconozco pero no vas a obligarme a reconocer que tu amigo también lo es. No es de mi gusto. Esta vez, era la primera que no accedía a sus caprichos literarios. No concilié mi gusto con el suyo. Estaba molesto, apuró un trago más de la Paceña. Sus manos temblaban, dijo casi gritando: los versos de Raúl son de una fineza extraordinaria. Repitió la palabra “extraordinaria” vociferando. Me tapé los oídos. Lo vi lanzar la lata a una esquina de la sala, se acercó y extendió sus manos a mi cuello, gritaba como loco: los versos son finos. Yo intentaba deshacerme de esas manos. José Pedro seguía presionando mi cuello y repetía rojo de ira: son finos, son finos. Pude ver que mi cuerpo yacía desmembrado en el sillón, el maletín abierto, las carpetas y papeles revueltos encima de la alfombra. Levanté la mirada buscándolo. Lo divisé sentado en un rincón. Estaba llorando. Cubría su rostro con el texto de Raúl.

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