Egon Schiele

"No hay arte nuevo. Hay artistas nuevos. El artista nuevo tiene que ser fiel completamente a si mismo, ser un creador, ser capaz de construir sus propios cimientos directamente y solo, sin apoyarse en el pasado o la tradición"

Miguel Barnet

".. nos gusta también burlarnos del canon de las academias y de los académicos, de los poderes hegemónicos, de la bolsa de valores y de la prensa adocenada que nos castiga a diario con un lenguaje antiliterario. La literatura no es otra cosa que un antídoto frente a los valores absolutos, un bálsamo y un espejo impúdico que no debe ocultar absolutamente nada. La literatura es la verdadera Caja de Pandora de la mitología y no un tratado de armonía y belleza como quería Platón sino un salvoconducto para instalarnos en esa esfera de lo estético que condensa las aspiraciones más puras del ser humano".
Encuentro Internacional SECH -Chile

domingo, 16 de septiembre de 2007

Uno más

El viernes siempre tenía para Roberto olor a día especial. Era el día que salía con sus amigos: el pool, el pub y si había algo más de dinero, el restaurante de parrilladas de la vieja Carmen. Esta vez se le presentaba diferente. Estaba cesante, lo cortaron a mitad de semana. El vacío se cernía abrumando el viernes. Sin dinero los amigos fallan. Mal que mal, el siempre invitaba a una ronda de ponche. El panorama se había chingado. Un cesante más en este Concepción de oropel y farsas. Era uno más de los miles, producto de la condenada crisis o del capricho de un jefe. ¡Vaya a saber uno! rumiaba cabizbajo. Nunca imaginó que iba a integrar la ancha manga de cesantes. Estaba seguro de su buen desempeño, además el trabajo era su vida. Roberto auscultaba la situación con ojos ensombrecidos. Menos mal que era solo. ¿Qué hubiera hecho con una familia? Sin embargo aún solo, no tendría la estabilidad necesaria para vivir. ¡Cesante! Las púas de la humillación dolían y su fortaleza estaba menguada ¿Qué haría? Tenía que vivir y ¿Qué podría hacer con una oferta de mano de obra que sobrepasaba la demanda? Su título de contador poco servía ante la falta de contactos. Chile se movía por pitutos. Nadie lo ignoraba. No estaba inscrito en ningún partido, no tenía mayores contactos laborales, sólo su cartón, el deseo y la necesidad de trabajar. Su dignidad, único bien que poseía, corría por los despeñaderos. Mientras sentía su situación como un gigantesco saco con piedras sobre sus espaldas, meditó no sin una risita burlona sobre ésta. Evocó la serie interminable de seminarios realizados desde que egresara del comercial, los cursos de perfeccionamiento, los viajes a Santiago. Se atropellaban en su mente las noches de arduo trabajo y preocupaciones, los buenos y malos momentos. Había cumplido veinticinco años de servicios. Tenía cuarenta y siete años, un buen currículo y un mercado laboral que le ofrecía cero oportunidades. La angustia le desangraba el alma. Estaba solo. La edad, el más grande pecado para quien aspira a un trabajo en Chile, le pesaba. El torbellino de la angustia azotó su pecho agarrotándolo. Dirigió sus pasos hacia el puente viejo de San Pedro, la desesperanza fustigó con furias sus sienes. Afirmado en la baranda, miró a derecha a izquierda. Se sintió afortunado al no ver a ningún vehículo ni transeúnte. Un cierto alivio lo inundó, se agachó y dejó sobre el cemento el maldito sobre azul junto a sus documentos.

Ese viernes, los amigos no entendían su ausencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario